lunes, 14 de noviembre de 2016

341. 'Patria'



No albergo duda alguna de que Fernando Aramburu ha escrito la novela del año en España. Pero esta apreciación se queda en mera anécdota estadística si vamos más allá y afirmamos, casi con la misma certeza, que Patria es uno de esos hitos novelescos que jalonan el orgullo de nuestra historia literaria. Patria no es sólo una obra maestra que atesora las mayores virtudes del mérito literario. Lo que la convierte en algo verdaderamente especial es, sin embargo, la capacidad de trascender su valor como artefacto artístico. Patria es una novela necesaria porque nuestra lacerante relación con  ETA necesitaba fijar sin interesadas ni tendenciosas ambigüedades eso que ahora llaman el relato de la Historia. Desde el cese de los asesinatos y con la llegada a las instituciones de los partidos proetarras –con la repugnante connivencia, por cierto, de determinadas formaciones políticas–, se corre el riesgo de que el paso del tiempo y la velada manipulación de las palabras, vayan tejiendo un relato distinto que acabe cuajando en el acervo ciudadano de las futuras generaciones. Patria deshace cualquier tipo de anfibología al respecto y se erige sin paliativos también en el símbolo de la derrota literaria de ETA. Pero Patria es una novela y no un panfleto, y es precisamente esa doble dicotomía entre su condición literaria y su valor político, social y humano, lo que hacía de su escritura un ejercicio tremendamente complejo y difícil de manejar. Todos sabemos quiénes son los asesinos y el dolor que infligieron a tantas familias, y esa desgarradora convicción tiene la fuerza de arrastrar al escritor a la tentación de escribir una historia reducida de buenos y malos que habría mermado su credibilidad como producto literario. En la novela de Aramburu se nota la obsesión del autor por evitar cualquier tipo de maniqueísmo y, por eso, todos los personajes, víctimas o victimarios, están revestidos de un relieve humano, individual, verosímil, que supera la restricción de cualquier etiqueta limitadora. Ese compromiso de honestidad literaria se mantiene durante todo el libro. Por eso, en la novela, un abertzale o un euskaldun pueden ser, a la vez, víctimas de ETA. O por eso, un etarra puede ser, a la vez, un asesino y una víctima más, también de ETA. La inclusión de estos matices en un conflicto que muchas veces se ha explicado en términos categóricos, en absoluto ejerce en menoscabo de una tesis clara, pero otorga serenidad, lucidez y verosimilitud al relato. Del mismo modo, la novela ofrece las claves del conflicto vasco sin las grandes disertaciones académicas: el nacionalismo como máquina de exclusión; la manipulación falaz de los ideólogos que salvan el pellejo a costa de la alienación de unos pocos tontos y ciegos; el adoctrinamiento velado; el miedo a la disensión y, por ende, la aniquilación de la libertad de expresión; las mentiras que esconden las grandes palabras, como patria; la importancia capital de la cultura, la educación y el espíritu crítico como salvaguardas del pensamiento único (el personaje de Gorka, hermano del etarra, se erige en adalid de esa posición); la fractura social y familiar; la tibieza y hasta complicidad de la iglesia vasca con los asesinos; pero también los abusos y torturas de la guardia civil; la vascofobia del resto de España en una injusta generalización; la necesidad del perdón y muchos más temas que no puedo abarcar en el espacio de que dispongo. Y todo ello sin el fácil patetismo en el que habría sido sencillo caer.

Algunos de los rasgos aquí mencionados, los corrobora el propio autor en un capítulo, ya casi al final del libro, donde Nerea y Xabier, los hijos del Txato, el empresario asesinado por ETA, acuden a la presentación de una novela que versa sobre el terrorismo. En esa presentación, el autor del libro (¿trasunto del propio Aramburu?) esboza lo que ha pretendido con su novela y Xabier, que está entre los asistentes escuchando, recela de los escritores que aprovechan la tragedia para hacer de ella libros y películas que vender. ¿Es Xabier el noble escrúpulo de Aramburu? Si así fuera sirva este humilde GRACIAS de un crítico literario de provincias para aliviar al autor cualquier recelo de su conciencia.  

2 comentarios:

Javier Angosto dijo...

Yo también creo que, posiblemente, Fernando Aramburu haya escrito la novela del año. Aparte de su coraje cívico (marca de la casa), sus méritos literarios son indudables: la polifonía de voces con la que va tejiendo el relato, la oralidad (magníficamente captada ¡con lo difícil que es eso!), los personajes (que parece que te los vas a encontrar por las calles de San Sebastián cualquier día de estos)... En definitiva, una NOVELA ESPLÉNDIDA, que bien merecería obtener el Premio de narrativa de este año (si es que existe).

Tisbe dijo...

Estoy totalmente de acuerdo con la opinión de Javier y con la tuya, Píramo. Es, sin duda, una gran novela cuya lectura es imprescindible.