viernes, 15 de julio de 2016

329. 'El fantasma en el libro'




De todos los oficios literarios, tal vez ninguno reporte al profesional tantas satisfacciones y frustraciones a partes iguales como el de traductor. Volcar un texto original a un nuevo idioma –trasladarlo, que diría Alfonso el Sabio– es tanto como perpetuar la vida de un libro y multiplicarlo; es alumbrar allí donde las palabras se vuelven abisales para el lector que desea caminarlas; es hacer dichosos a muchos para quienes la felicidad se hallaba en el límite de aquellos renglones incomprensibles y aún no lo sabían; es convertirse en adalid universal de la cultura y servir a su apostolado, aunque hagan falta para ello otros atavíos. Y, sin embargo, son esos otros ropajes con los que se visten los textos traducidos los que dan quebranto a quienes se dedican a la noble tarea de hacérnoslos entender. Porque nunca un texto traducido respeta al cien por cien la esencia del original, por mucho que se hayan esforzado los partidarios de la literalidad más radical, como Vladimir Nabokov. Y en aquello que se pierde por el camino, en la desazón que le produce al traductor pensar “no era esto, no era esto”, se cifra la frustración incurable de esta profesión impagable y, no obstante, mal pagada.
De esto y de  mucho más  habla el espléndido ensayo del prestigioso traductor Javier Calvo, El fantasma en el libro (Seix Barral). Sólo por la preciosa introducción que precede a la obra, habrá valido la pena acercarse al libro de Calvo. En ella, el autor alude a la invisibilidad del traductor –“pregúntenle a algún apasionado de la literatura por el nombre de tres traductores actuales. Prácticamente ninguno sabrá contestar”, –nos advierte. Y, sin embargo, Javier Calvo defiende esa invisibilidad como requisito necesario y deseable: “Queremos no estar ahí. Incrustarnos tan adentro de la página que no se note que estamos. Somos camaleones paradójicos. Para desaparecer de la página tenemos que llenarla”.
Aunque existen tratados, ya clásicos, sobre la traducción, este libro de Javier Calvo aspira a convertirse en una obra imprescindible sobre el tema, porque no sólo se aúnan en él el rigor académico y la amenidad, sino también la verdad humana de su trabajo, vertida con amoroso entusiasmo y sana voluntad divulgativa. El libro traza una historia de la traducción, repasando sus principales hitos, y demostrando que la reputación de los traductores ha ido decreciendo desde aquella edad heroica en que el traductor, era poco menos que un mediador de los dioses hasta la devaluación de su trabajo auspiciada por el pragmatismo y la velocidad vertiginosa de los nuevos tiempos. La obra reflexiona sobre multitud de matices en el arte de traducir, desde los defensores de la ya mencionada literalidad hasta los que conciben la traducción como una nueva obra donde es lícito modificar y hasta mejorar el original, como hiciera Borges (las llamadas “bellas infieles” de la tradición dieciochesca francesa). Jalonan el texto multitud de anécdotas y vicisitudes, como los traductores asesinados, la labor de éstos durante la dictadura franquista, los juegos de las  falsas traducciones, el español canónico fijado para las mismas y los problemas derivados frente la diversidad del español de América, la limitadora supremacía de las traducciones vertidas del inglés, el fenómeno de los fantraductores, los trabajos afines de los intérpretes y de la subtitulación cinematográfica y, en definitiva, toda suerte de matices que ofrecen una panorámica de la profesión verdaderamente interesante. Muy recomendable ¡Y en versión original!

3 comentarios:

Javier Angosto dijo...

Yo siempre creí en lo de "traduttore traditori" (¿se escribe así?). Hasta que leí "La música de las palabras y la traducción" de Borges. Entonces cambié de parecer.

Javier Angosto dijo...

"traditore" (con -e) he querido escribir

Tisbe dijo...

La idea de la invisibilidad del traductor me parece muy interesante y conlleva implícita la humildad del que es consciente de ser la vía a través de la cual los lectores podemos conocer infinidad de obras con independencia de la lengua en que hayan sido escritas. Gracias por la recomendación y enhorabuena por el artículo.