domingo, 2 de octubre de 2011

121. Alba q'está kon bel folgore...

Es el año 1060. El visir Al-Mu’Allim pasea cariacontecido por las calles de Sevilla. Hoy ha vuelto a llegar a la ciudad un contingente cristiano enviado por el rey Fernando de Castilla para cobrar las parias. El Magno, le llaman. Qué vanidad. Mientras camina, Al-Mu’Allim recuerda el rostro desencajado de su rey, Al-Mu’tadid, cuando fue requerido con insolencia por esos rudos mensajeros del norte para recibir el tributo. No profesaba la soberbia el Dios de los cristianos, pero sí lo hacen los que se jactan de defenderlo.
Sin embargo, Al-Mu’Allim siente por ellos una atracción inexplicable. Callejeando por el barrio mozárabe de Sevilla, los contempla en sus rutinas diarias y admira el pulso vital de este pueblo sometido, que ha aceptado el mestizaje en sus ropas y en su propia lengua y que, salvo algunos núcleos rebeldes, se entrega al disfrute llano pero pleno de su existencia. El rico atavío del visir llama la atención de los mozárabes que, durante un instante, abandonan sus ocupaciones para observarle entre el recelo y la curiosidad. Unas lavanderas se afanan de rodillas sobre la colada, le miran fugaz y repetidamente y comentan entre susurros algo que Al-Mu’Allim no alcanza a escuchar. Luego ríen tímidamente a su paso. Una de ellas, cuyos ojos le parecen al visir de la belleza de los de la gacela, al agacharse para lavar la ropa, deja al descubierto sus senos, ocultos parcialmente por las hebras de azabache de su pelo que semejan sierpes protectoras. Al notar ella la lascivia del visir, entona una canción procaz: “Non t’amarey illa kon as-sarti / an tayma jaljali ma’a qurti” (“No te amaré sino con la condición / de que juntes mi ajorca del tobillo con mis pendientes”). El visir apresura el paso ruborizado y detrás escucha las carcajadas de las lavanderas. Cuando ya se encuentra a cierta distancia, sonríe y piensa: las jarchas mozárabes, esas cancioncillas que recopila en sus paseos para ofrecérselas luego al joven príncipe Al’Mutamid. Éste, al igual que su padre, ama la poesía y se ha apuntado a esa moda tan de Al-Andalus de inventar moaxajas tomando como base las cancioncillas mozárabes, que coloca al final de sus composiciones. Hace rimar los estribillos de la moaxaja con la jarcha e intenta engastarla con coherencia en su poema. Cómo se rasgarían las vestiduras los poetas puristas de las casidas de Oriente, que abominan de la poesía estrófica y más aún de la utilización del árabe popular o de la lengua de los infieles. Cuántas veces, en las noches claras de luna, han conversado el visir y el príncipe en el Patio del Yeso de los Reales Alcázares, mezclando sus palabras con la canción del agua de los surtidores, sobre el invento de aquel mítico poeta ciego cordobés de Cabra, que ideó la moaxaja. Pero esta jarcha de la lavandera no puede ofrecérsela al príncipe. Es demasiado atrevida. Sin embargo, más allá, en aquel puesto de especias otra mujer parece cantar. Al.Mu’Allim afina el oído: “Qultu: as / tuhaiyi bokella / helwa mitl es” (“Dije: ¡Cómo / hace resucitar una boquita / dulce como ésa”). No es gran cosa pero valdrá. Y en el puesto de frutos secos, ¿qué canta aquélla? Y el cazador de jarchas anota mentalmente: “¡Ben, ya sahhara! / Alba / q’está kon bel fogore,/ kand bene pid amore” (“¡Ven, oh hechicero! / Un alba que tiene tan hermoso fulgor, /cuando viene pide amor”). Hermosa jarcha, piensa el visir. Y decide que ésa se la queda para él y su moaxaja.
Y aunque la vendedora de frutos secos pensaba en su amante al cantar, a nosotros su jarcha nos evoca otra alba con hermoso fulgor: la del bellísimo amanecer de nuestra lírica, sol que brota de la tierra misma, en el balbuceo mágico del idioma castellano.

Notas

  • El rey Fernando de Castilla, (en realidad de León, pues Castilla era sólo un condado). Muerto en 1065. Es el padre de Alfonso VI, el monarca del Cantar de Mio Cid. El reparto de los reinos entre sus hijos provocará las guerras fratricidas entre éstos y generará toda una literatura épica cuyo máximo exponente es el Cantar del Cerco de Zamora. La taifa de Sevilla era tributaria de Fernando I.
  • El visir Al-Mu'Allim ejercía sus servicios en la corte del rey Al-Mu'tadid de Sevilla. Fue poeta y a él se le atribuye la moaxaja cuya jarcha da título al relato que hemos leído.
  • El rey Al-Mu'tadid reinó en Sevilla entre 1042 y 1069. Cultivó la poesía de carácter báquico y se le recuerda por su gestión suntuosa y cruel.
  • Al-Mu'tamid es hijo del anterior y reinó en Sevilla entre 1069 y 1091. En el relato tiene sólo 20 años. Es el famoso rey a quien el Cid visita para recaudar las parias. La tradición da como motivo del destierro literario del Cid, la apropiación ilegítima de estas parias, aunque sabemos que los motivos reales de los destierros del Cid fueron otros. A este rey se le atribuye la moaxaja cuya jarcha empieza "Qultu: as", que es la que escucha Al-Mu'Allim casi al final del relato en boca de la vendedora de especias.
  • El "mítico poeta ciego cordobés de Cabra" es Muccádam Ben Muafa (siglos IX-X). A él se le atribuye la invención de la moaxaja. Ésta era una composición formada por trísticos monorrimos, un verso de vuelta y un estribillo que rimaba con la jarcha; ésta formaría la base de la moaxaja; es pues, anterior a ella y se trata de la primera manifestación de nuestra lírica. Los puristas cultivadores de la casida árabe rechazaban el estrofismo y sólo admitían el árabe clásico para la poesía.
  • El Patio del Yeso de los Reales Alcázares de Sevilla es actualmente la única parte del palacio islámico conservada que ya existía por los años en los que se inserta el relato.
  • Al Mu'Allim como "cazador de jarchas" para el príncipe es una licencia del autor. Pero es verosímil que muchas jarchas se escucharan así por la calle.
  • La moaxaja que incluye la jarcha procaz del relato es anónima. Parece que nadie quiso atribuírsela. Quizás fuera nuestro visir y ocultara su nombre por rubor...
  • En la imagen, Muccádam ben Muafa. Cartel promocional de la Exposición Filatélica y de Coleccionismo celebrada el 8 de septiembre del 2000 en Cabra, Córdoba

5 comentarios:

Laura Guerrero dijo...

El argumento de este artículo me resulta familiar...
El relato además de bello tiene una parte didáctica que amplía el conocimiento sobre el inicio de nuestro idioma.
Me ha gustado mucho (y las notas me han acabado de ayudar a comprenderlo)
¡Gracias por compartirlo, un saludo!

Ruth Segado dijo...

Quan tenia 13 anys vaig musicar una jarcha mossàrab, amb la conseqüent estupefació del profe de castellà. Era el que tenia ser una preadolescent friqui. Aquella de ..."Garid vos, ay yermaniellas..." Demà te la canto.

Javier Angosto dijo...

Abre uno el correo una tarde de un lunes cualquiera y se encuentra con este texto tan hermoso. Muchas gracias, Píramo.

Francisco de Pedro dijo...

Maravillosa recreación del proceso de composición de las jarchas. Qué bonitos los fragmentos elegidos y que bien contada la historia: de forma amena y muy didáctica.
¡Me encanta vuestro trabajo!
Saludos, Francisco

Píramo dijo...

Laura, gracias por tus palabras. Celebro que te haya gustado y, aún más, que pueda resutlarte útil.

Ruth, qué mejor molde para una jarcha que musicarla en la voz de una mujer.

Javier, muchas gracias. Le animan a uno tus palabras.

Francisco, bienvenido. Muchas gracias. Celebro que te haya gustado. Nuestro trabajo es más grato con acicates como el tuyo. Un saludo.