domingo, 4 de abril de 2010

38. El autor del Lazarillo

Desde hace unos días, tengo en mi poder el libro que Mercedes Agulló dedicó a certificar a Diego Hurtado de Mendoza como autor del Lazarillo de Tormes. Y me atrevo a afirmar que debo ser de los pocos en la ciudad de Tarragona que lo poseen, pues me consta que nadie antes que yo ha recibido el libro de ninguna librería de la ciudad. Esto, que podría pasar por afirmación presuntuosa, no tiene más aspiración que la de demostrar que el bombo y platillo con que fue recibida la noticia de la autoría de la genial obra, sólo resuena aún en los oídos de unos pocos raros, sin pretender que la rareza me signifique, Dios me libre.
Se inicia el libro con la descripción del inventario de bienes que deja, tras su muerte, en 1599, el abogado Juan de Valdés, a quien Mercedes Agulló trata de emparentar con los famosos Valdés de Cuenca, tras una indigesta genealogía que no le conduce más que a conjeturas. La importancia de este licenciado es que, además de sus propios bienes, deben añadirse al inventario también los de Juan López de Velasco, muerto en 1598, cosmógrafo y secretario de Felipe II, que había dejado a Valdés como testamentario y cuyos bienes, al morir éste, debían pasar a su otro testamentario, Francisco Tebar Parada. De López de Velasco sabemos, además de los cargos descritos y otros varios, que fue Secretario del Consejo de Indias y Cronista Mayor de las mismas; que fue el encargado de reunir los libros que formarían después la magnífica biblioteca de El Escorial; y, sobre todo, que, prohibido el Lazarillo por la Inquisición en 1559, fue el encargado de corregirlo y expurgarlo para la edición de 1573. Esto nos lleva a la descripción del inventario de López de Velasco. En él, además de los bienes, aparecen explicitadas las deudas y débitos del cosmógrafo. Gracias a ellas, sabemos que fue administrador de los bienes de Diego Hurtado de Mendoza durante 15 o 16 años, ya que según el inventario, éste le adeuda 450 ducados por sus servicios; el otro dato importante del inventario es que se hallan en él “unos cuadernos y borrador de La rebelión de los moriscos de Granada y otras cosas de don Diego de Mendoza; un legajo de correcciones hechas para la impresión de Lazarillo y Propaladia; [y] otro legajo de a cuartilla de papeles del negocio de Carmona, que pertenecen a la hacienda”, todo lo cual debía ser devuelto a su propietario. La conclusión a la que llega Mercedes Agulló es que, López de Velasco, como corrector del Lazarillo “castigado”, utilizó los manuscritos originales de la obra para esa corrección y después los devolvió junto al resto de los originales de don Diego por reconocerlo como obra suya. Refuerza su tesis el hecho de que los citados legajos del Lazarillo corregido estén inmediatamente después de La rebelión de los moriscos de Granada, obra de Mendoza, y “de otras cosas de don Diego”, y delante de los papeles del negocio de Carmona. Además, de estos datos, Mercedes Agulló defiende la autoría de don Diego a través de otros elementos insertos en la propia obra. Así, las referencias históricas a la batalla de los Gelves o a las Cortes de Toledo, las pone la investigadora en relación con las actividades militares y políticas de don Diego; también se alude a la viuda madre de Lázaro, que lavaba la ropa “a ciertos mozos de caballos del Comendador de la Magdalena”, iglesia perteneciente a la orden de Alcántara, a la que también perteneció don Diego. Asimismo, menciona Agulló la inquina con la que Felipe II trató siempre a don Diego por negarse éste a cederle su valiosa biblioteca, que el rey quería incorporar al Escorial. Se sabe que en 1573, el rey acusa a Hurtado de andar con libros prohibidos. Sospecha Mercedes Agulló que el rey se refiere al Lazarillo y que lo utiliza como baza para chantajear a Hurtado en la entrega de su biblioteca, más aún cuando éste envió una carta a su sobrino Don Francisco de Mendoza con un libro adjunto, calificado de “nonada” (igual que se hace en el prólogo del Lazarillo) para que se lo diese a leer a Felipe, entonces príncipe, advirtiéndole que “no se le deje mucho en las manos porque no me anden examinando necedades”, conocedor Hurtado de los remilgos del futuro rey.
Termina el libro de Mercedes Agulló con la publicación del testamento e inventario de Don Diego Hurtado de Mendoza, curiosísimo testimonio de los enseres de la época, y con una mención especial a la biblioteca del biografiado, que se dice estuvo compuesta de cerca de 2000 ejemplares impresos.
Mercedes Agulló tendrá ahora que lidiar con los seguros detractores que le reportarán sus investigaciones. Esperemos que en las réplicas se instalen la honestidad intelectual y el sano cientifismo y no el orgullo de quien, en lugar de congratularse por el avance de la historiografía literaria, sólo vea en la obra de Agulló una amenaza a teorías defendidas durante años. Veremos también si los editores de los futuros Lazarillos, se atreverán a retirar el “anónimo” con el que se nos presentan las ediciones modernas. De ser así, no dejará de tener encanto bibliográfico ver nuestros Lazarillos anticuados, como un testimonio anacrónico de un tiempo ya obsoleto.

4 comentarios:

Javier Angosto dijo...

La verdad es que cada año sale alguien que ha descubierto el autor del "Cantar de mio Cid" y otro que ha descubierto al del "Lazarillo". En relación al "Lazarillo", la última hipótesis era la de que fue Alfonso de Valdés, que lo sostiene una profesora de la Universidad de Barcelona, Rosa Navarro. Ahora bien, a juzgar por lo que leí en lo que adelantaban en "El Cultural" de EL MUNDO, difícil lo va a tener quien quiera rebatirle la autoría a Hurtado de Mendoza a partir de ahora. Lo cierto es que a Hurtado de Mendoza no es la primera vez que le atribuyen la autoría del "Lazarillo". Al final, con el "Lazarillo" pasará como con el pastor mentiroso: se descubrirá realmente al autor, y no nos lo creeremos. Si te interesa, Píramo, la figura de Hurtado de Mendoza, te recomiendo una novela:"El embajador". La escribió el profesor Antonio Prieto, experto conocedor de la poesía del siglo XVI. Si eras oyente de la tertulia de Balbín en Antena 3 Radio, te acordarás de él porque era uno de sus tertulianos (y para mí, el más ameno).
En cualquier caso, hago votos como tú para que el debate discurra por la senda de la honradez intelectual; de esta manera saldremos todos beneficiados.

Tisbe dijo...

Ciertamente es un tema espinoso el poner nombre al autor del "Lazarillo", pero lo importante es -tal y como has señalado tú y Javier- que los estudiosos del tema sean sinceros y se preocupen por la verdad y no por su prestigio.
Que las futuras ediciones de la obra lleven impreso el nombre de Hurtado de Mendoza es toda una incógnita.
Píramo, has hecho un buen ejercicio de condensación y de síntesis, como siempre.

Píramo dijo...

Javier, tomamos nota de tu propuesta; la incluiremos en CURAS Y BARBEROS. Gracias por nutrir esa sección con tus sabias recomendaciones.

Tisbe, si hay ediciones que han colocado el nombre de Valdés como autor del LAZARILLO, no veo por qué no colocar ya la de Mendoza. Gracias por tus instrucciones para llegar a la biblioteca de la Universidad de Alicante y enzarzarme así con la obra de Agulló en aquel espacio privilegiado.

Escarlati dijo...

Aquí escribí una entrada sobre la hipótesis de Mercedes Agulló:

http://domingoescarlati.blogspot.com/2010/03/lazarillo-y-propalladia-dos-textos.html