lunes, 11 de mayo de 2009

7. Dos menos (y eran los únicos)

El pasado viernes 8 de mayo llegó al Teatro Principal de Alicante la obra Dos menos, dirigida por Óscar Martínez y protagonizada por José Sacristán y Héctor Alterio. En principio, la obra reunía todos los ingredientes para satisfacer al público alicantino. Por un lado, la historia dramática de dos enfermos terminales, compañeros en la habitación del hospital que, ante la noticia de su inminente fallecimiento, deciden fugarse para vivir intensamente los últimos días de vida, en una especie de viaje iniciático. Lo atractivo del motivo temático venía avalado por el éxito de taquilla de la película Ahora o nunca, con Jack Nicholson y Morgan Freeman de la que la obra de teatro puede considerarse su remake sobre las tablas. Por otro lado, la presencia de dos buenísimos actores como son Sacristán y Alterio para quienes el papel parecía pintiparado, completaban la promesa inicial. Sin embargo, el guión empequeñeció las expectativas. Ignoro si la representación se mantuvo fiel al texto original de Samuel Benchetrit o ha sido demérito de sus versionadores, Fernando Masllorens y Federico González Pino, pero lo cierto es que la obra desmereció bastante. Salvando el primer cuarto de hora, donde los protagonistas asumen la fatalidad de su destino con un fino sentido del humor, el resto del guión se desvanece entre la nebulosa de un pobrísimo argumento, inconsistente y muy poco elaborado, que en ningún momento dio la impresión de estar hilvanado y cuya meta nunca pareció clara. La fuga del hospital, de tanta importancia simbólica, se pierde en un anecdotario insulso, estirado como para llenar los minutos con algunos episodios que son meros parches. Qué lejos de aquella lista de “cosas que hay que hacer antes de morir” de la película de marras, tan llena de lirismo y cuyo contenido redunda en una introspección profunda de los personajes. También perdió la obra la oportunidad de crear ese contraste tan efectista que supone combinar el sentido del humor con el drama de los personajes. La sombra de la muerte casi nunca está presente en la obra, de modo que el espectador corre el riesgo de olvidarse de ella y, ni mucho menos, sentirá compasión por los protagonistas. La muerte misma de los personajes se limita a una despedida sin emoción hacia una luz de fondo proyectada sobre el escenario y se produce casi de golpe y porrazo sin transición alguna, hasta el punto de que el espectador duda sobre si ese es el final o no de la obra. Se porá reparar en el error que supone comparar la película con la obra de teatro, siendo ambas pertenecientes a géneros distintos, con sus propias pautas. Pero es inevitable pensar que por encima de los géneros está la categoría artística de quien se somete a sus leyes. De vuelta a Tarragona, como para recordar esa máxima, pusieron en el tren la película de Nicholson y Freeman. Si las comparaciones son odiosas, algún Hermes del Parnaso quiso que así fuera. Algún sentido tendrá si los dioses así lo disponen. No obstante, la obra de teatro salvó los muebles, como suele decirse, por la innegable calidad de la intepretación por parte de Sacristán y Alterio (a éste, no obstante, con problemas para oír su voz), lo que demuestra una vez más que, utilizando el símil futbolístico, son los jugadores quienes hacen bueno o malo al entrenador. En este caso, el aplauso se lo llevaron los actores, no el guión. En la novela, el fenómeno es más complejo. Los personajes que actúan en la novela dados a la vida por la propia minerva del autor, ¿pueden llegar a salvar al autor mismo? Unamuno ya trató este tema en Niebla. ¿Don Quijote salvó a Cervantes? ¿La Andrea de Nada, salvó a Carmen Laforet? ¿Podrá escribir algo más J.K. Rowling que no sea sobre Harry Potter? ¿Existen Sacristanes y Alterios que salven a sus creadores? Y si es así, ¿es metafísicamente posible que una criatura literaria pueda oscurecer incluso a quien la creó?

2 comentarios:

Tisbe dijo...

Píramo, has descrito perfectamente las expectativas que teníamos creadas ante la obra teatral DOS MENOS y la realidad que nos encontramos. El único consuelo es que los actores hiceron gala de su buen hacer en las tablas y ofrecieron al público una óptima interpretación.
No sé si en la novela los personajes salvan al autor -si bien hay casos que parecen demostrar tu hipótesis como el archiconocido aprendiz de mago- pero está claro que en este caso los actores han salvado al autor de la obra. Cabría preguntarnos si de no ser por dichos intérpretes de renombre esta representación podría colgar el cartel de "no hay billetes". Considero que se podría haber sacado mucho más jugo de la temática que se plantea disponiendo, además, de dos actores como son Sacristán y Alterio.

Mª Carmen Pidal dijo...

Dos buenos comentarios de dos críticos excelentes. También estoy de acuerdo en que el texto, la propia historia, estropeó lo que quizás pudiera haber sido tratado desde otro punto de vista, con ciertos toques de humor y otros de tragedia.
Sin embargo, la obra no causó ni lo uno ni lo otro, más bien dejó indiferente al espectador como bien dijo un Carratála también decepcionado.
Sólo hemos visto los epígonos de dos grandes actores, que a pesar de sus dilatadas carreras profesionales, no pueden decidir qué textos representar, dado que la vida del actor y más el teatral se ciñe a este mundo mercantil y materialista.